El avance terapéutico y la actuación de equipos integrados por varios tipos de profesionales médicos han conseguido que estos niños nacidos demasiado pronto y demasiado pequeños puedan sobrevivir en la mayoría de los casos.
Para los padres, esta abrupta llegada resulta traumática, especialmente porque los bebés pasan enseguida a una unidad de vigilancia intensiva, donde permanecen en incubadoras con la asistencia necesaria para que maduren y alcancen un desarrollo lo más acorde a su edad.
Las expectativas de vida de estos pequeños se cifran en un 90 por ciento, un logro conseguido por la introducción de nuevos protocolos de tratamiento y seguimiento que engloban a distintos especialistas: neonatólogos, neumólogos, obstetras, radiólogos, oftalmólogos, otorrinos, neurólogos, epidemiólogos, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales.
Los problemas de este bebé se centran en la dificultad para adaptarse al medio extrauterino por su inmadurez y su bajo peso.
Es importante conocer que el bebé experimenta su mayor crecimiento en las últimas 8 semanas de embarazo. En las primeras 32 semanas se adquiere 1/3 del peso total y en las últimas 8 semanas los 2/3 restantes. Lo mismo ocurre con la maduración de los órganos fetales, siendo necesarias las últimas 8 semanas de la gestación, para completar la maduración de todos los sistemas fetales para garantizar su autonomía extrauterina.
Cuanto más pequeño e inmaduro, mayores son los riesgos de enfermedades del bebé. Los sistemas respiratorio, nervioso, digestivo, renal, inmunológico y la visión pueden estar comprometidos.
El sistema respiratorio es uno de los más afectados. Los pulmones, para poder funcionar correctamente y realizar el intercambio de oxígeno hacia los tejidos del bebé, necesitan una sustancia llamada surfactante, que impide el colapso de los alvéolos pulmonares. El bebé prematuro tiene poco surfactante y esto le impide llenar sus pulmones con el aire ambiental. A este problema se lo denomina síndrome de membrana hialina. Básicamente el bebé no puede expandir sus pulmones y respirar por sí solo. Se le debe administrar surfactante artificial y soporte respiratorio con aparatos especiales.
El alimento ideal es la leche materna, preparada para aportarle al bebé los elementos nutritivos y anticuerpos que todavía no puede generar.
La tendencia mundial es que la alimentación comience lo antes posible. Por lo general el bebé no tiene la fuerza necesaria para succionar y debe ser alimentado por un tubito llamado sonda naso-gástrica que se acopla a una jeringa que contiene leche materna extraída con un sacaleche.
Los bebés prematuros tienen una curva de ascenso de peso más lenta que un bebé de término debido a que ingieren cantidades muy pequeñas de leche. Se comienza con un centímetro cúbico cada vez.
Más importante que el aumento del peso, es valorar el tono muscular, estado de alerta, y respuesta a distintos estímulos. Los padres deben ser pacientes, los bebés prematuros son especiales y tienen su propio ritmo de adaptación.
lunes, 21 de enero de 2008
Bebés prematuros
en 3:57
Etiquetas: Maternidad
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