lunes, 21 de enero de 2008

La vista del bebé

Es el sentido que permite abrir una ventana al mundo. Y los primeros años de vida están dedicados a su desarrollo y maduración.

Ya veía en el útero de la mamá.

La función visual se desarrolla a partir de los primeros meses de embarazo.

Alrededor de la 7ª semana, se forma el nervio óptico. Después, poco a poco, se crean las células de la retina. A pesar de que los párpados permanecen cerrados hasta la 26ª semana, la visión funciona incluso con los ojos cerrados. En efecto, en la 20ª semana, el feto es capaz de localizar sus manos y de tocar el cordón umbilical.

Si se enfoca una luz sobre el vientre, el feto, aun con los ojos cerrados, muestra una cierta sensibilidad a este estímulo, y se retrae con un gesto que indica molestia, mientras que también se registra una aceleración del ritmo cardíaco.

En el momento de nacer, su campo perceptivo aún es limitado, aunque ya pueda ver a diez centímetros de distancia. En un principio, le molestan las fuentes luminosas, pero, poco a poco, se irá sintiendo cada vez más atraído por ellas.

1 mes: en blanco y negro.

El pequeño no ve más allá de 20-25 centímetros de distancia.

Sobre todo, centra su atención en el contorno de los ojos y el movimiento de la boca. Las imágenes que percibe aún son imprecisas y están bastante desenfocadas, y no puede dirigir ambos ojos hacia el mismo objeto, porque el reflejo de fijación todavía no está maduro. Por esta razón, sus ojos no trabajan juntos.

El mundo que ve, además, es en blanco y negro. Tanto es así que le gustan los contrastes fuertes de luces y sombras. El instinto natural de supervivencia le permite así encontrar fácilmente el pezón, que es más oscuro que la piel del pecho, una fuente muy importante de alimento.

2-3 meses: descubre las cosas que lo rodean.

El campo visual del bebé se extiende hasta los 30-40 centímetros.

Ahora, explora con los ojos el espacio que lo rodea, incluyendo a las personas y las cosas en movimiento. Por otro lado, su campo visual resulta ampliado por una mejor movilidad de la cabeza.

Se interesa por las distintas partes del rostro humano y se siente atraído por colores fuertes como el rojo, el azul y el verde. A menudo, se fija intensamente en la luz de la lámpara de casa.

Gracias a un posterior desarrollo de la corteza cerebral, el pequeño no sólo se limita a explorar el campo visual para encontrar objetos, sino que los observa con atención para identificarlos.

La coordinación de los movimientos de ambos ojos cada vez es más estable, haciendo que le sea más fácil fijarse durante un tiempo en los rostros y, sobre todo, reconocer el de su mamá.

4-6 meses: por fin, el mundo en colores.

Mejora bastante su capacidad de coordinar la visión y el movimiento.

Sigue con los ojos los objetos en movimiento. Los ojos, perfectamente coordinados, están a la mitad de su desarrollo. La visión de los colores es parecida a la de los adultos. Ya puede ver bien en un radio de un par de metros, y su habilidad de enfocar cada vez se afina más.

Tiene una buena percepción de la profundidad, gracias a lo cual consigue valorar si un objeto está más o menos cerca. Reconoce perfectamente la cara de sus padres y de sus familiares y es capaz de reconocer los matices emocionales de las distintas expresiones, señal del gran progreso de sus relaciones sociales. Ahora, tiene una agudeza visual de unas 2-3 décimas.

7-9 meses: dueño de sus ojos.

El aparato visual completa su maduración: el pequeño adquiere el dominio de los movimientos oculares y del mecanismo de apertura y cierre de los párpados.

Ahora, es consciente de la identidad de las cosas y del hecho de que continúan existiendo, aunque salgan temporalmente de su campo visual. Pasar de la posición acostada a la sentada, de moverse arrastrándose con el vientre a gatear, y la consecución de la posición totalmente erguida le permiten afinar sus capacidades de aprendizaje, precisamente gracias a la amplitud del campo visual.

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