lunes, 21 de enero de 2008

Cuando el niño miente

¿Cuántas veces nos ha tocado estar frente a la mentira de un niño? A veces de la manera más inocente, y otras veces con verdadera premeditación, lo cierto es que la mentira en el niño es casi una forma normal de comunicarse en el ambiente en que cotidianamente nos desenvolvemos. Presentamos a continuación, algunas pautas que pueden servir de base para una reflexión del problema y para abordar con mayor serenidad el tema de la mentira en los niños.

Cuando le decimos a un niño "Estás mintiendo", debemos tener mucho cuidado. Mentir es decir falsedades, es engañar a través de la palabra. Un niño que miente no siempre lo hace con intención.

Normalmente, los niños menores de 7 años tienen la tendencia a confundir la realidad con la fantasía. De ahí que sus juegos parecen tan vívidamente reales. En esta edad, cuando un niño se acerca a nosotros y nos dice "Por favor límpiame la cara que me quedó llena de barro luego del combate en el que estuve...", nos está invitando a participar de su fantasía y no está intencionalmente queriendo engañarnos. Este tipo de "mentira" es inocente, sin premeditación y sobre todo sin querer conseguir ningún beneficio con ello.

A partir de los 7 años, aproximadamente, el niño empieza a tener mayor conciencia de su realidad y se da cuenta que a veces falseando la verdad puede conseguir ciertos beneficios personales. Por ejemplo, el niño que asegura haber comprado un dulce con una moneda que se encontró en la calle, cuando en realidad la sustrajo del monedero de la mamá.

Queda claro, entonces, que en niños pequeños la mentira se da como parte de su juego, como viviendo su fantasía en la realidad.

Cuando el niño mayorcito miente, puede ser por diversas razones:

Como imitación al padre o a la madre que miente: los niños, dicen, son como esponjas que absorben todo. Si ellos observan y viven la mentira de manera cotidiana, aprenden a hacerlo como algo normal y cotidiano. Es el caso del niño que escucha a su madre negarse al teléfono "dile que no estoy..."

Por miedo: suele ser la causa más común de la mentira en los niños, quienes por temor a la desaprobación o al castigo por parte de la madre o del padre, se ven llevados a falsear la verdad. Si el niño sabe que, por ejemplo, al llevar una nota mala del colegio, su mamá se va a enojar o le va a prohibir ver televisión, seguramente dirá que no le han entregado sus calificaciones aún...

Ante la exigencia: Cuando le exigimos mucho al niño, esperando de él, a veces más de lo que esperamos de nosotros mismos, el niño tiende a hacernos creer que está al nivel de nuestras expectativas, y miente para no defraudarnos.

Sea cual fuere la causa concreta de la mentira, siempre es señal de que el niño está en apuros. El que miente es porque lo necesita. Con la mentira, el niño nos está diciendo "auxilio".

Qué hacer ante la mentira

Lo primero que tenemos que hacer como padres o maestros es determinar qué tipo de mentira es con la que estamos lidiando y, sobre todo, qué la está motivando. Si no sabemos cuál es la causa de ese "auxilio" desesperado en el niño, corremos el riesgo de equivocarnos en la intervención.

La actitud que tengamos va a ser determinante. Será necesario reaccionar con calma aunque con severidad.

Felicitar o premiar al niño que confiesa la verdad. Si lo castigamos a pesar de que ha confesado, estamos reforzando su hábito de mentir (la próxima vez lo hará con más cuidado para que no lo descubran). Sólo en última instancia habrá que acudir al castigo.

Favorecer un ambiente de confianza, en la que el niño se anime a contar sus travesuras y sus errores. Que no sienta que cada vez que habla, hay consecuencias drásticas.

Estar alertas. Por mucho que amemos a nuestros hijos, tenemos que aceptar que a veces fallan, que no son perfectos e ideales como los hemos imaginado.

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