El melasma, nombre con el que se denomina a esas manchas de color moreno tradicionalmente asociadas con el embarazo, es un trastorno dermocosmético cada vez más frecuente, que se presenta sobre todo entre las mujeres.
Se caracterizan por manchas simétricas, pigmentadas, que invaden las mejillas, la frente y el labio superior. La exposición solar intensa, aunque sea sólo de forma ocasional, y la falta de una tratamiento eficaz han convertido al melasma en uno de los problemas de la dermis más frecuentes.
No obstante, y para aquellas mujeres que creen que sus manchas no tienen solución, ahora es el momento de ponerse en tratamiento. La razón: el invierno, que en muchos países carece de sol, mejora los resultados de las terapias.
La melanina es un pigmento que aporta el color moreno a nuestra piel y la protege del sol, es sintetizada por los melanocitos (células de la epidermis) cuando éstos son estimulados por la luz solar. El melasma está provocado por la existencia de un número mayor de estas células que, además, son más sensitivas de lo habitual.
Así, y a pesar de que la exposición a los rayos ultravioleta sea muy reducida, los melanocitos fabrican gran cantidad de melanina. Y no sólo son sensibles a los rayos solares, se ha demostrado que los melanocitos son sensibles, incluso a la luz solar indirecta.
Entre los factores conocidos que influyen en la aparición del melasma, el más importante es la exposición solar intensa. Los viajes cortos en invierno a lugares soleados son una tentación para la exposición solar intempestiva. Una quemadura provocada por los rayos del sol puede provocar, en personas genéticamente predispuestas a sufrir melasma, la aparición de estas manchas.
jueves, 7 de febrero de 2008
Todo sobre las manchas de la cara
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